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La vida está en otra parte: agroecología & justicia penal
De los basurales de José León Suárez a la huerta agroecológica en Río Luján. De la cárcel y la vida entre drogas a estar con cerdos y verduras de todo tipo.

La mujer que fundó un barrio sobre un basural cuando ya no había más tierra a la cual acceder asegura que el abogado que tiene frente a ella está totalmente loco. Lo confirmó cuando vio entrar a este señor a la Villa 18 de San Martín en un auto destartalado repartiendo desde la ventanilla pedazos de jamón crudo. 

El abogado replica que la versión sobre su locura no una novedad, que el Código Penal es una hipocresía, y que el auto no estaba tan destartalado. 

Lorena Pastoriza fue y es corazón del barrio 8 de Mayo en José León Suárez, erguido sobre el basural en 1998 cuando el menemismo mordisqueaba sus últimos negocios en el poder. Hoy viven allí 1.200 familias. Fundó además la Cooperativa de Trabajo La Bella Flor, 117 integrantes (ex cirujas) que hacen una ciencia del reciclado de basura; el Centro Comunitario del barrio que ya tiene tres escuelas, un jardín maternal y en el que trabajan 40 personas; el comedor y las ollas solidarias, entre muchas otras cosas.  

Damián Odetti es abogado e inspirador del grupo y asociación civil Nuevo Concepto Penal. Se dedica a casos densos del universo delictivo, incluyendo al policial y judicial.

Damián tiene estas tres hectáreas en Río Luján (ya donadas al proyecto) en las que recibe chicos judicializados y/o presos liberados para que experimenten si la agroecología puede resultar una opción válida frente a lo que en filosofía originaria –al revés– sería el mal vivir. 

Lorena y Damián, en representación de los nuevos conceptos penales y de las bellas flores, se confabularon para sostener este espacio agroecológico que abastece a las 18 personas que viven y trabajan en él; a la olla solidaria del 8 de Mayo que atiende a 300 familias por día; a los bolsones de verduras para que el Centro Comunitario venda a precios sociales en el barrio y done a otros comedores y ollas.  

La producción permite además la venta de verduras ecológicas a un sector social inesperado: “Los chetos de los countries, que descubrieron que esta verdura es diez veces mejor que la otra”. 

Aclara Lorena: “Se las podríamos vender más caras, pero las dejamos también a precios sociales. No entramos a especular porque nos convertiríamos en lo que criticamos”. A tono con la época, mantienen los cuidados con respecto al Estado, partidos políticos y organizaciones con los que prefieren tener una distancia sanitaria. O sea: hacen todo por las suyas tejiendo redes sociales de trabajo real.  

Unificaron los precios en 30 pesos para todos los productos: una lechuga, un atado de bróccoli, de acelga, rabanito, perejil y todos los etcéteras imaginables de esa producción de no menos de 1.000 kilos semanales de verduras cultivadas con entusiasmo, sabiduría y sin venenos. 

Crían cerdos: “Eso fue lo que hice siempre, desde que tenía 14 años y mi padre también pensó que yo era loco y que lo mejor era dejarme hacer lo que quisiera” explica el abogado que hoy ostenta 47 primaveras. “Tenemos 100 madres, lechones, gallinas ponedoras, pollos de pechuga que llegan a 3 o 4 kilos, 3 maples diarios de huevos (90 unidades en total) que vendemos a 400 pesos por maple”. 

“Y no te olvides de Olga”, solicita Lorena. 

Olga es la vaca que les regalaron desde otra granja amiga. Más allá de los recurrentes debates sobre los lácteos, Olga sería una confirmación cuadrúpeda de la existencia de la buena leche.     

Este lugar, entre el canto de los pájaros y el gruñido de los chanchos, está ubicado a un kilómetro de Río Luján y a unos 200 metros de la Ruta 4. Le dicen “El Campo”, y le pusieron nombre a lo que producen: Semilla Soy. 

El proyecto es aún más ambicioso: generar un grupo productivo formado por personas que parecían marcadas por un destino excluido, adicto, criminal y/o envenenado.  

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